En un par de semanas,
La bruja de Chapí cerrará, en producción del Teatro de la Zarzuela y con un doble reparto, la para mí mejor temporada lírica de la historia del Teatro de la Maestranza (Expo'92 obviamente aparte). El martes pasado se presentó la
2009/10, que, a priori, me parece bastante menos interesante. Actuando con prudencia por causa de la crisis económica, los responsables del teatro han frenado la prevista expansión de títulos en escena y han renunciado a presentar nuevas producciones propias (en espera quedan
La forza del destino y
Carmen). La apuesta tiene desde luego suficientes puntos de interés para un aficionado medio, y habrá que esperar a los resultados para juzgar sobre su impacto, pero el equilibrio, la novedad y el interés histórico objetivo de las propuestas del año pasado quedan desde mi punto de vista demasiado lejanos en este.
El grueso de la programación operística sigue asentándose en cinco títulos escenificados. Abre
La mujer silenciosa de Strauss, que mantiene la línea diseñada por Pedro Halffter de ofrecer estrenos españoles de obras tardorrománticas salidas del repertorio centroeuropeo (antes fueron
El Sonido lejano de Schrecker,
El enano y
Una tragedia florentina de Zemlinsky y
Doktor Faust de Busoni). La obra no tiene el peso histórico de las anteriores, sobre todo de la de Busoni, pero es un apunte de interés (una comedia con libreto de Zweig en una producción de las óperas de Dresde y Viena) y dentro de una programación más enjundiosa sería un complemento extraordinario.
Sigue un título para mí por completo prescindible,
Cyrano de Bergerac de Alfano, que parece una apuesta hecha por el deseo de contar con alguna figura mediática, en este caso, Roberto Alagna, que viene con toda la familia, porque la producción escénica es de su hermano y la soprano protagonista es su cuñada. La obra es de los años 30 del siglo pasado y me sigue resultando incomprensible que se programe por encima de tantos títulos grandes del siglo XX que aún no se han visto en Sevilla: empezando por
Pelléas et Mélisande (sólo se ha escuchado en versión de concierto), siguiendo por
Wozzeck, por las grandes obras de Janáček (sólo se ha visto
La zorrita astuta), de Britten (sólo
La violación de Lucrecia), Shostakovich (cero), Stravinski (cero) o Prokofiev (cero), y eso por no hablar de títulos de la segunda mitad del siglo XX, más vanguardistas pero absolutamente imprescindibles para entender la historia de la ópera hasta el presente (pienso en
San Francisco de Asís de Messiaen,
Die soldaten de Zimmermann o
El gran macabro de Ligeti, por ejemplo; además de obras de Henze, Berio, Rihm, Penderecki..., por no hablar de los jóvenes talentos de hoy mismo). Por las imágenes y este
vídeo, la producción parece realista, de esas que gustan a una parte del público en absoluto menor, pero para halagar al aficionado más conservador, ya estaban los Donizetti, Verdi y Puccini del resto de la temporada, ¿no?
Porque en diciembre se sigue con
La favorita de Donizetti, título menor entre los del compositor, que además ya se vio en la Expo, y cuyo máximo aliciente radica en las voces (Ganasi, Bros, Colombara) y en otra propuesta escénica de esas realistas, historicistas y aparentemente grandiosas que suele hacer Hugo de Ana (ésta viene del Festival de Santander). Para mí, escasísimo interés, la verdad. No es el caso de la
Turandot de Puccini (ya en marzo), obra grande sin duda, que se presenta además con un doble reparto muy fuerte (Guleghina, Dessi, Armiliato; Baird, Arteta, Berti), por más que todos son cantantes que hemos escuchado varias veces en los últimos años, y a un teatro que ofrece sólo cinco títulos al año le conviene renovar también los elencos, porque voces para este repertorio no faltan. El principal problema es que la producción que se ofrece es la misma que pudo verse ya en 1998, y que el Maestranza la tiene como propia, ya que la compró a La Fenice. Se nos dice que se ha renovado, aunque la imagen no será demasiado diferente. En cualquier caso, este
Turandot es una apuesta de última hora, para cubrir el hueco que se había dejado a una producción nueva del teatro (se hablaba de
La forza del destino), suspendida
sine die hasta que aclare el panorama económico.
La temporada se cierra con
La traviata, que se verá por tercera vez en el teatro en una propuesta escénicamente convencional de la Ópera de San Francisco y un doble reparto que tiene el aliciente de escuchar juntos a la pareja Cantarero-Jordi por un lado y a Cedolins por el otro. Me encanta
La traviata, una de las obras del repertorio lírico que tiene el poder de conmoverme, pero ¿no hay otras obras, también populares, que se hayan hecho menos en la ciudad?, y puestos a escoger
traviatas, ¿no hay propuestas teatrales algo más audaces?
La programación de ópera en la sala principal se completa con la
Partenope de Vinci que Tambascio y Florio hicieron para el fantasma ese del CAEHMIS (Centro de las Artes Escénicas y de las Músicas Históricas) de León, una producción al parecer fastuosa en vestuario y escena, pero que se hace un único día, lo cual a mí personalmente me parece un desperdicio, porque el producto no parece barato (aunque supongo que al teatro no le habrá costado mucho). Se anuncian las voces de Sonia Prina, Maria Grazia Schiavo y Maria Ercolano (y no Mario, como ha difundido el teatro y todos los altavoces mediáticos, revistas de internet y blogs con él), lo que está bien. En cualquier caso, antes de proponer obras tan remotas (desde el punto de vista de la trascendencia histórica, me refiero) del repertorio barroco y dieciochesco, ¿qué tal si se hace algún Orfeo (los de Monteverdi y Gluck, objetivamente dos de las obras más influyentes y trascendentes de la historia, siguen inéditos en el teatro), se mira hacia una figura tan importante como la de Cavalli, se insiste en Haendel, que estrenó cuarenta óperas, de las cuales sólo hemos visto una, o se plantea alguna recuperación de repertorio verdaderamente español? Y que nadie piense que no valoro el Vinci, que para mí es una oferta muy estimulante, pero cuando pienso en los vacíos de repertorio que el Teatro mantiene a pesar de que se abrió hace 18 años, me da por creer que las prioridades deberían de ser otras. No me olvido de la zarzuela, que este año pasa al mes de enero (mejor que en julio, desde luego) y es una nueva producción del madrileño Teatro de la Zarzuela, en este caso la divertida
Los sobrinos del capitán Grant de Fernández Caballero.
En la sala principal se incluyen además dos sesiones de ópera en concierto de notable interés musical, aunque no soy muy amigo del género (la ópera es ópera, esto es, teatro, y para el concierto hay infinidad de obras de repertorio pensadas para eso, para el concierto): la
Turandot de Busoni completa la mirada sobre el personaje y cuenta además con un reparto de voces que ha triunfado en los últimos años en el mismo Maestranza en un repertorio muy exigente (Astrid Weber, Robert Künzli, Ildiko Komlosi); la estrecha relación que anunciaba Halffter en la rueda de prensa entre
Die Schauspieldirektor de Mozart e
Il prigioniero de Dallapiccola no termino de verla por ningún lado, pero ese es el programa doble que presentará la Orquesta de Córdoba. Musicalmente, como digo, propuestas novedosas e interesantes, aunque a mí me quede la insatisfacción de no verlas representadas, que para eso se escribieron. Sí serán representadas otras dos producciones, aunque en la sala pequeña del teatro, la Manuel García:
L'isola desabitata del compositor sevillano que da nombre a la sala, una obra concebida originalmente con acompañamiento pianístico, y que se adapta por ello bien a los espacios reducidos; y el
Diario de un desaparecido de Leos Janáček, en una propuesta que proviene del Teatro Real de Madrid, si bien cabe decir que no se trata en realidad de una ópera, sino de un ciclo de canciones (que puede representarse lógicamente, como se ha representado el
Viaje de Invierno de Schubert o cantatas de Bach, sin que por ello dejen de ser
lieder y cantatas), y el teatro debería haberlo anunciado así, pues la institución tiene un papel didáctico que cumplir, y dentro de él se incluye la formación del público adulto. Al público menudo van destinados otros dos títulos,
El retablo de Maese Pedro, en una interesante producción para marionetas, pensada para estudiantes de secundaria, y
La cenicienta de Rossini, aligerada para los niños de primaria por Joan Font.
Salto por encima de la danza y el flamenco, comento mínimamente el ciclo de Grandes Intérpretes, que trae a Branford Marsalis, Cassandra Wilson y Mísia (no está mal, pero el año anterior estuvieron Herbie Hancock y Uri Caine) y me paso a los otros dos grandes ciclos musicales, en los que hay luces y sombras. Luces en el de Recitales Líricos, que abre Edita Gruberova, la soprano eslovaca que justo anoche inauguraba el Festival de Granada y que ya cantó en el Maestranza hace unos años: vuelve en la curva descendente de su carrera. Del máximo interés es en cambio el segundo recital programado, el del bajo alemán René Pape, que ofrecerá en Sevilla su primer recital en España y que es uno de los grandísimos intérpretes de su cuerda en la actualidad. Cierra el ciclo Jennifer Larmore, una mezzo que a mí personalmente me encanta, aunque ya sé que entre la grey
operera provoca división de opiniones. En cualquier caso, tres citas muy apetecibles. Rutinaria resulta en cambio la apuesta del Ciclo de Pianistas por Rudolf Buchbinder (¡otra vez!, estuvo hace poco en este mismo ciclo y ha tocado también recientemente con la ROSS) y por las sobrevaloradas Hermanas Labèque. Otra cosa es Ivo Pogorelich, que hace tiempo que no venía por Sevilla y es un músico genialoide e imprevisible y por tanto siempre interesante de oír. Este ciclo ha permitido escuchar en Sevilla a muchos de los grandes pianistas del mundo, pero quedan aún nombres significativos por visitarnos (y ya no voy a citar a Pollini, que después de tantos años parece que está fuera del alcance del Teatro): Elisso Virsaladze, Martha Argerich, Leif Ove Andsnes (estuvo en la Expo con orquesta cuando era muy jovencito, y hoy es sin duda uno de los grandes), Paul Lewis, Alexandre Tharaud, Gabriela Montero, Andreas Staier, por citar los primeros que se me vienen a la mente, aunque Staier, es cierto, sí actúa con frecuencia en otros escenarios de la ciudad. En la Sala Manuel García se mantiene el ciclo de jóvenes intérpretes, se incluye uno dedicado a Chopin (en 2010 se cumple el segundo centenario de su nacimiento), que hará Ludmil Angelov en seis sesiones, y otro de sinfonías reducidas para dos pianos o piano a cuatro manos.
A todo ello, hay que sumar por supuesto la temporada de la ROSS (repertorio muy clásico, con solistas destacados) y un concierto extraordinario de la OJA dirigida por Halffter (
7ª de Bruckner). Como dije al principio, a la oferta global no le faltan, ni mucho menos, puntos de interés, y el presupuesto para programación que maneja el teatro (poco más de 5 millones de euros) está estirado y razonablemente bien aprovechado, pero el nivel que se ha alcanzado en la temporada que ahora termina lo creo sinceramente difícil de repetir con esta propuesta, que me parece sensiblemente más conservadora y de menor enjundia.