EL BARBERO DE SEVILLA
Ciclo Música transcrita. Íñigo Sampil e Itziar Barredo, piano a cuatro manos. Programa: El barbero de Sevilla, ópera bufa en dos actos de Gioacchino Rossini, en transcripción de Arnold Schoenberg. Lugar: Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza. Fecha: Jueves 18 de junio. Aforo: Media entrada.
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UN BARBERO DOMÉSTICO
Durante todo el siglo XIX, la ópera, sobre todo la italiana, fue en Europa el espectáculo por excelencia de las dominantes clases burguesas, hasta el punto de que arreglos de todo tipo servían para difundir los principales títulos del repertorio tanto en las casas más acomodadas como en las sociedades musicales radicadas en ciudades pequeñas, adonde las representaciones tardaban en llegar, si es que lo hacían alguna vez.
Hasta el cambio de hábitos que supuso tras la Segunda Guerra Mundial la popularización de los medios de reproducción domésticos, fueron muchos los aficionados que establecieron su primer contacto con la ópera a través de estos arreglos, que las editoriales impulsaban como forma segura de negocio. En este contexto se sitúa la transcripción que de un título tan famoso como El barbero de Sevilla de Rossini hizo Arnold Schoenberg en 1903. El arreglo es absolutamente respetuoso con la partitura, que, salvo los recitativos y algunos cortes tradicionales de la época, se ofrece íntegra.
Fuera de ese contexto, la presentación del arreglo de Schoenberg en un teatro de nuestros días puede ser entendida como una mera curiosidad, aunque para sus intérpretes el trabajo es verdaderamente arduo. Íñigo Sampil e Itziar Barredo lo presentaron de forma más que satisfactoria, colocado el piano delante de un fondo en el que se fueron proyectando diapositivas extraídas de la inolvidable producción de José Luis Castro para el Teatro.
Impecable la sonoridad global y la coordinación, resultó muy destacable la resolución de los problemas rítmicos y de fraseo, con tempi espléndidamente escogidos, rubato siempre natural y una más que notable resolución de las peliagudas disminuciones en los numerosos pasajes de agilidad que cruzan toda la ópera. Tal vez la matización no fue tan profunda en las cuestiones dinámicas, y aunque hubo números de muy variados contrastes, como el Finale del Acto I o el Quinteto y el interludio orquestal del II, en algunos otros, como el aria de la calumnia o la de Bartolo, faltó algo de relieve, diluyéndose en cierta medida el efecto de los conocidos crescendi rossinianos.
[Publicado en Diario de Sevilla el viernes 19 de junio de 2009]
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