El pasado lunes se presentó la
Temporada 2009-10 del Teatro Real de Madrid con amplio eco tanto en la prensa nacional como en los blogs musicales españoles. Justo una semana antes (el lunes 9) se había presentado la edición número
58 del Festival Internacional de Música y Danza de Granada sin que la cobertura mediática rebasara apenas el ámbito de lo local, pues ni los grandes medios nacionales con ediciones andaluzas (
El País,
El Mundo) se molestaron en informar a sus lectores. Entiendo el interés generado por la programación de uno de los tres grandes contenedores de ópera de España, pero me causa estupor y sonrojo el tratamiento concedido al que, en mi opinión, es el más importante festival español de nuestros días, el de más amplia trayectoria (junto al de Santander) y el de mayor proyección internacional, y ello a pesar de que su presupuesto dista mucho de estar entre los primeros del país.
Más allá de la incomprensible inquina visceral que
algunos muestran hacia su todavía director musical, el buen maestro zamorano Jesús López Cobos, la programación del Real ha sido mayoritariamente alabada, y no seré yo quien le niegue elogios a un repertorio que me parece bastante equilibrado, por más que me sobren las versiones de concierto y que me falte un título del siglo XXI, pues, en mi opinión, un teatro como el Real no puede pasar un solo año sin presentar al menos una obra creada en la última década, y en la temporada 2009-10 lo más nuevo será
Lulu, que, por mucho que Antonio Moral se esfuerce en hacer referencia a la presentación de la versión completada en 1979 para acercarla a nuestros días, tiene ya más de setenta años.
Con respecto a Granada, reconozco que no soy demasiado imparcial, pues me encanta la ciudad y he disfrutado mucho en el Festival. Por más que discrepe con algunas de sus decisiones (la organización de los matinales de fin de semana me parece francamente mejorable), creo que la dirección de Enrique Gámez ha fortalecido el certamen al apostar (en una línea ya trazada por Alfredo Aracil) por las ideas frente a la acumulación de conciertos y de, más o menos grandes, figuras (o figurones) de la música. Un Festival tiene una función social y didáctica que cumplir, no puede ser una mera agrupación de recitales para la autocomplacencia de los melómanos locales o (peor aún) para el autorreconocimiento social de determinadas elites urbanas. Gámez y su equipo exprimen el magro presupuesto (en la práctica congelado desde hace mucho) al máximo en un intento por conciliar una articulación interna coherente, en torno a unos ejes temáticos vertebradores que den sentido a la muestra, con la presencia de importantes nombres de la música internacional. Pero milagros no se pueden hacer y si no me equivoco este año habrá menos conciertos que en pasadas ediciones.
De la programación estrictamente musical (no comento la danza ni el flamenco, porque se salen de la temática de este blog y porque son disciplinas artísticas de las que entiendo más bien poco) llama la atención esa
Carmen de concierto que John Eliot Gardiner dirigirá por duplicado a su Orquesta Revolucionaria y Romántica y al Coro Monteverdi con Anna Caterina Antonacci en el papel de la gitana. Se ha programado a las 10 de la noche, media hora antes de lo habitual, en el Palacio de Carlos V. [Abro paréntesis, patrocinado (eso quisiera yo) por Turismo de Andalucía: para los conciertos que se celebran en el entorno de la Alhambra (
Palacio de Carlos V,
Patio de los Arrayanes,
Teatro del Generalife), que por supuesto es el centro neurálgico del Festival, yo recomiendo subir a pie tranquilamente por la Cuesta Gomérez (cuidado con los autobuses, que bajan como si participaran en un rally), con tiempo suficiente, acceder a los alrededores del Palacio por la
Puerta de la Justicia, tomarse una limonada antes de pasar el control de acceso al concierto (la cerveza suele estar más fresquita en el intermdio o al final), traspasar la
Puerta del Vino y desde la
Plaza de los Aljibes disfrutar de las vistas sobre el
Albaicín.]
La programación sinfónica incluye una nueva visita de la London Symphony (estuvo hace un par de años o tres con Colin Davis), esta vez dirigida por Michael Tilson Thomas, que debuta en Granada con un doble programa del siglo XX (Debussy, Ravel, Villa-Lobos; Ives, Prokofiev, Stravinski) y la joven pianista Yuja Wang, de la que nada sé. Como es habitual en el último lustro, el Festival lo cerrará Daniel Barenboim con su Staatskapelle de Berlín, que dará tres conciertos recortados a causa de la crisis, pues se han caído del cartel los inicialmente previstos Waltraud Meier (
Canción de la Tierra) y Pierre-Laurent Aimard (un
Concierto de Bartók). En su lugar, Barenboim volverá a sentarse al piano para ofrecer otra vez el
3º de Beethoven en un primer día que completa con Mendelssohn y Mahler (
Adagio de la
10ª). El segundo día llega por fin el homenaje a Elliott Carter en principio previsto para 2008, el año en que el compositor americano cumplía los 100 años (
Symphonia: Sum Fluxae Pretium Spei): el concierto se completa con Wagner. El último día Barenboim vuelve sobre Bruckner (el año pasado ofreció la trilogía sinfónica final) interpretando la
4ª en un concierto que supongo tendrá algo más. La oferta sinfónica en el Palacio de Carlos V la completa la orquesta local, que acompañará a Mariola Cantarero en un programa belcantista. Arriesgada me parece la apertura, pues se trata de un recital de
lied de Edita Gruberova que se ofrecerá en el Carlos V: para mí es una incógnita cómo puede funcionar allí la canción de cámara, que tan bien suena en el Patio del Hospital Real.
Las matinales de sábados y domingos (que siguen siendo gratuitas, algo que no comprendo, sobre todo desde la existencia del
FEX) están este año dedicadas al tercer centenario de la expulsión de los moriscos, y su nivel me parece notablemente inferior al de ediciones anteriores. Hay un recital del magnífico organista jerezano Andrés Cea y se incluye un concierto de Stile Antico, uno de los conjuntos ingleses de polifonía más prometedores de nuestros días, pero ni La Folía de Pedro Bonet ni el Lachrimae Consort de Philippe Foulon me parecen conjuntos destacables en el actual panorama europeo y la Capella de Ministrers es un grupo demasiado irregular y tampoco de los punteros, si bien la segunda de sus actuaciones la comparte con el Ensemble Akrami en un interesante proyecto sobre la música andalusí de la Valencia de los siglo XII y XIII.
Poco más queda de música en el programa central del festival, aunque lo que queda es muy atractivo, pues seductora es la perspectiva de escuchar la Suite
Iberia en los Arrayanes, interpretada además por Luis Fernando Pérez, quien recientemente grabó una estupenda y sorprendente versión de la obra para el sello
Verso. El homenaje a Albéniz en el año del centenario de su muerte se completa con el café-concierto en el teatrillo del
Alhambra Palace (que recomiendo sin reservas, pues el ambiente es muy agradable y sus vistas al atardecer son impresionantes), este año sólo un programa (tres días seguidos), que ofrece la joven pianista donostiarra
Judith Jáuregui. Otro de los platos fuertes del Festival será el estreno del
Libro de las estancias, del siempre fascinante Sánchez Verdú, una obra que es encargo del propio festival granadino en coproducción con el Instituto Valenciano de la Música, y que en su presentación contará con las voces de Carlos Mena y Marcel Pérès.
Finalmente, no deben olvidarse los dos conciertos que (lunes y martes posteriores al cierre oficial del certamen) ofrecerán los profesores de los Cursos Manuel de Falla, una nómina compuesta por importantes maestros del historicismo (este año, entre ellos, Maggie Cole, Jaap ter Linden, Carles Riera, Josep Borràs, Ab Koster o Erich Hoeprich) que tocarán obras de Haydn, Mozart y Brahms (
Quinteto con clarinete), ni el FEX, el Festival Extensión, que lleva la música a todos los rincones de la ciudad durante los días que dura la muestra. Visitar Granada es siempre un placer. Hacerlo entre el 25 de junio y el 14 de julio próximos supone además una ocasión extraordinaria para conocer la ciudad inmersa en la materia de la que están hechas las grandes emociones artísticas, la música.
2 comentarios:
Jajaja, me han llamado muchas cosas, pero es la primera vez que me dicen "alguno".
Bueno, vamos a ver. La "inquina" que le tengo a López Cobos no es tal, porque entiendo que lo mío no es obsesión personal, sino mero fruto de la experiencia de escuchar repetidamente a este señor y encontrarle cada día más y más insulso. Las primeras veces que le escuché en directo no me parecía verdaderamente malo. Cmplidor y poco más. Luego, tras numerosas vsitas al Real, me he terminado hastiando.
Y que conste que no me parece un director sin técnica. Todo lo contrario, sabe perfectamente conseguir lo que quiere. Lo que ocurre es la manera que tiene de abordar el hecho interpretativo (perdón por la pedantaría)no me gusta nada: limar aristas, relajar tensiones y buscar fundamentalmente la elegancia sonora.
Seguramente antes no era así. Su grabación sinfonía de Arriaga de los setenta (la de Ensayo) muestra a un musicazo como la copa de un pino. Pero ahora, después de escucharle bastantes óperas y conciertos sinfónicos, creo que se ha quedado en en el mero preciosismo sonoro. Es posible que si le escucharas regularmente dirigir en el foso madileño cambiases tu opinión.
¿Inquina? Pues no. Simplemente es un músico que en los últimos años rara vez (una excepción: Diálogos de Carmelitas)me ha gustado. Por eso me alegro de que se vaya. Otra cosa es que los que vengan con Mortier vayan a ser o no más convincentes.
Con respecto a Granada, pues sí. Y yo mismo, desde mi posicón de crítico de cuarta fila (la calificación me la soltó uno de primera bien conocido) debería haber escrito unas líneas cuando se presentó la programación... si no fuera porque dediqué mi tiempo a telefonar a mis amigos, comentar entre nosotros lo atractivo del festival y planificar allí un par de fines de semanas. Otra cosa es lo de la Carmen de Gardiner: tiemblo de pensarlo, aún recuerdo con horror esas sinfonías de Mozart que a ti te gustaron tanto. Pero de eso mejor hablamos otro día, si acaso. Saludos.
Entiendo perfectamente lo de su'inquina' a López-Cobos. Además de insulso es un plomo. Su última plomada el Tannhäuser que está dirigiendo en el Teatro Real de Madrid que no emociona a nadie porque el foso parece que está de vacaciones.
Tampoco creo que Mortier solucione nada, es más por lo que se refiere a ese teatro estoy convencida de que todo lo que pueda empeorar, empeorará. No tiene remedio.
Publicar un comentario