DANIEL DEL PINO
Ciclo de Jóvenes Intérpretes. Daniel del Pino, piano. Programa: Concierto italiano BWV 971 de Johann Sebastian Bach; Cuatro Invenciones de Francisco Lara Tejero; Preludio, Coral y Fuga de César Franck; Quinta Sonata Op.82 de Isaac Albéniz; Rapsodia española S 254 de Franz Liszt. Lugar: Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza. Fecha: Martes 10 de marzo. Aforo: Tres cuartos de entrada.
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INTENSO RECITAL
Por más vueltas que le dé no encuentro ningún sentido en incluir a un pianista de la edad y la trayectoria de Daniel del Pino (Beirut, 1972) en un ciclo de Jóvenes Intérpretes. Sevilla (y el propio Maestranza) dispone sin duda de plataformas más adecuadas para presentar a un artista de acusada personalidad, depuradísima técnica y fina sensibilidad, que empezó mostrando desde la original concepción del programa.
Lo abrió con un Bach que dejó un poco entre dos aguas, demasiado aséptico y regular para ser romántico, con una articulación muy ligada y demasiado pedal para considerarlo barroco, claro y preciso, pero ornamentalmente algo insulso y poco variado. Una variedad que sí demostró en las Cuatro Invenciones de Francisco Lara Tejero (Valladolid, 1968), que se estrenaban en España, una música de resonancias bachianas en el nombre, pero muy ecléctica en la práctica, con su mezcla de atmósferas impresionistas, efectos de piano preparado y un virtuosismo que en algún momento (como en la nº3) incluso se dio un aire a los endemoniados Estudios para pianola de Nancarrow.
El contrapunto bachiano reapareció en cualquier caso en la música de César Franck, ese Preludio, Coral y Fuga que se programa menos de lo que sus méritos merecen y que Del Pino tocó de forma admirable, con una gran flexibilidad en el arranque que fue transmutando en rigor rítmico y cristalina transparencia en una Fuga tensa y apabullante.
En la segunda parte, el recital viró a romántico, con un Albéniz en estilo salonnier, que incluía toques de grácil ligereza (Minueto) y ensoñación, para terminar en un virtuosismo que parecía programado como avance del desaforado Liszt, presentado en una visión tan musculosa y atlética como llena de detalles. Propinas de Mendelssohn y Chopin completaron el intenso recital.
[Publicado en Diario de Sevilla el miércoles 11 de marzo de 2009]
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