lunes, 15 de diciembre de 2008

Exhibición de virtuosismo

José Enrique Bagaría
JOSÉ ENRIQUE BAGARÍA

Ciclo de Jóvenes Intérpretes. José Enrique Bagaría, piano. Programa: Sonata para piano nº62 Hob.XVI:52 en mi bemol mayor de Franz Joseph Haydn; A Franz Schubert de Jordi Cervelló; Preludios Op.23 nº5 en sol menor, Op.32 nº5 en sol mayor, Op.32 nº12 en sol sostenido menor y Op.23 nº2 en si bemol mayor de Sergei Rachmaninov; Pavana para una infanta difunta de Maurice Ravel; Fantasía Bética de Manuel de Falla; Reminiscencias de Don Juan S. 656 de Franz Liszt. Lugar: Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza. Fecha: Domingo 14 de diciembre. Aforo: Un tercio de entrada.

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EXHIBICIÓN DE VIRTUOSISMO

No termina de estar muy definido entre nosotros el concepto de "intérprete joven", pues José Enrique Bagaría (Barcelona, 1978) no sólo es un hombre que ha cumplido ya 30 años, sino que como pianista tiene una trayectoria más que reconocible, que incluye premios internacionales y grabaciones. En cualquier caso, a él le tocó abrir este ciclo del Maestranza, y el escaso público asistente bien que agradeció encontrarse con un artista de indudable solidez.

Con un programa de extraordinario compromiso técnico y musical, su actuación convenció más por el lado del virtuosismo que de la hondura. La última Sonata de Haydn está pendiente de un hilo entre épocas y Bagaría la miró sin complejos desde el lado romántico, con sonido algo grueso y mucho uso del pedal de resonancia. En el Adagio era fácil adivinar ya la sombra de Schubert, por lo que no extrañó la inclusión de la piececita del ecléctico Cervelló.

Pese a unas dinámicas algo chatas, los Preludios de Rachmaninov resultaron intensos y muy expresivos (fogoso el muy conocido Op.23 nº5, con una sección central de discreto lirismo; cantábile, claro, ligero, hermosísimo el Op.32 nº5; más enérgico que majestuoso el Op.23 nº2). El punto más bajo del recital llegó con una Pavana de Ravel desangelada, entrecortada a fuerza de aplicar un análisis riguroso a su articulación, sin atmósfera, misterio ni sensualidad. Portentoso sin embargo el alarde virtuosístico en Falla y Liszt. En la Fantasía Bética, Bagaría acertó además con el color y logró una versión muy contrastada, chisposa, con relieve y gracia. Deslumbrante la muy rubateada exhibición lisztiana.

[Publicado en Diario de Sevilla el lunes 15 de diciembre de 2008]

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