martes, 3 de junio de 2008

Elsa desde el lado oscuro

Lohengrin de Sciarrino
Salvatore Sciarrino (1947): LOHENGRIN
Daisy Lumini, voz
Gruppo Strumentale Musica d'Oggi
Director: Salvatore Sciarrino
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STRADIVARIUS STR 57006 HAL (Diverdi) [44'34'']
Grabación: Junio de 1984


Un joven Salvatore Sciarrino (Palermo, 1947) trató de sondear entre 1982 y 1984 en el lado oscuro de Lohengrin con este monodrama que llamó acción invisible y en el que la realidad se presenta distorsionada, ya que vista a través de la mente enferma de una Elsa representada por la voz de una actriz que domina por completo la escena, con un recitado que por momentos transmuta en canto, en grito, en suspiro, en risa, en llanto, en onomatopéyicos desvaríos. Por supuesto, aquí no queda nada de Wagner; todo es puro, poético y enigmático Sciarrino, felizmente recuperado por Stradivarius.

[Publicado (con modificaciones) en Diario de Sevilla el sábado 31 de mayo de 2008]


Sciarrino: Escena IV de Lohengrin. [3:57] Daisy Lumini. Gruppo Strumentale Musica d'Oggi. Salvatore Sciarrino

ELSA
Buon cavaliere che una notte m'appariste cavalcando un gran cigno luminoso!
Voi abbandonate così la vostra ancella? Fatale cavaliere, i miei occhi sono alla vostra mercé, con sguardi folli io vi sarò vicina...
- Ma se vi dico che verrà! Me l'ha promeso...
- Grazioso cavaliere, non ho ancora diciott'anni.
Io sono bella, bella, bella! Come uno sguardo incarnato!
Vi seguirò. E resterò sospesa al chiarore della vostra fronte, mi scorderò d'invecchiare. Incastonata nella vostra scia di luce, oh brillarvi quasi un piccolo...
Ah eccolo! Eccolo!
(Dall'orizzonte, sul filo delle onde rassegnate, nell'incantesimo della luna piena, viene meravigliosamente e con il collo a prua un grandissimo cigno luminoso. Lo cavalca un efebo che protende le braccia, sublime per ignota superbia)
CORO
Vuoi tu vestirti del mio Essere smarrito?


P.S. La grabación original de este monodrama de Sciarrino data de 1984, y fue entonces publicada por Ricordi. Lo que presenta Stradivarius es pues una reedición. A los poco habituados al estilo del compositor siciliano (y a cierta música vanguardista de los últimos 70 años), puede que esto le suene a cuerno quemado, pero hay también una poesía del silencio y del ruido que Sciarrino ha sabido articular como pocos, situándola en el ámbito del drama musical (¿no es este Lohengrin a su manera también una ópera?) y sin olvidar nunca la tradición (aquí Wagner, pero la obra del músico está repleta de referencias a otros grandes maestros, compositores y literatos, del pasado). Con el tiempo, Sciarrino fue refinando su lenguaje, hasta alcanzar su plena madurez a finales de los 90 con obras como Luci mie traditrici o Infinito nero (basada en Gesualdo), piezas teatrales, perturbadoras y hermosas en su despojamiento y su fragilidad cercanos al vacío, profundamente antirrománticas y, sin embargo, conmovedoras.

En 1984, Sciarrino escribía lo siguiente a cuenta de su Lohengrin:

¿Por qué una acción invisible?
Demasiado habitualmente, la invención musical busca sobre la escena su propia razón de ser. Se olvida que la fuerza de un lenguaje descansa en su misma capacidad de representación: suscitar puras ilusiones.

Evocar el espacio interior quiere ser el epígrafe del nuevo Lohengrin. Para conseguirlo, la acción musical se teje en los ojos locos de Elsa. Sin perder nunca su propia dignidad, la música se transforma en las cosas que Elsa ve, haciéndonos así partícipes de ellas.
Pero, ¿qué es lo que la atormenta? Está enferma de irrealidad. Elsa se identifica en las cosas, en la noche, en los sonidos de la noche, y nosotros no podemos distinguir si son reales o si un fulgor ha quedado en el fondo de sus ojos.
La solista, una actriz, carga sobre sí todas las funciones centrales de la representación: de la música al texto, engloba personajes y escena en un único rol. Un desarrollo de tal género presupone concebir la voz, el cuerpo como universo. El movimiento introspectivo que de ello se sigue refleja el ambiente exterior, construyendo así una suerte de monstruoso paisaje del alma, espectáculo autosuficiente en sí mismo. Los instrumentos de la orquesta resuenan amplificándose en el vacío.
Lohengrin es pues una cosmogonía enteramente vocal. Elsa, su boca, es el punto de irradiación, pero somos nosotros quienes estamos en el centro.

Las imágenes de la escucha
Campanas en un torbellino de sonidos (Prólogo a través de una ventana abierta).
Y de repente los grillos en la noche. El ruido de los perros que ladran se transforma súbitamente en la respiración de una mujer, jadeante, como si se despertara. Un sonido animal interrumpe a los grillos.
Latidos, voces de pájaros monstruosos y de insectos vienen a dibujar un jardín bajo la luna. Fluctuante. A veces fragmentario, como un montaje: los sueños no esconden su incoherencia.
Entre el cruel parloteo de las tórtolas, se desarrolla el diálogo de los dos amantes, amantes extraños; reticencias y maldades se acompañan de caprichos infantiles y a la vez de deseo y terror.
Dudan que ellos sean los pájaros enormes, con ojos y picos gigantes.
Estruendo. En esta atmósfera y en la evidente impenetrabilidad de una relación, toda tentativa parecerá exagerada, torpe, a causa de sus largas patas.
Sobresalto y despertar de ella, pero dentro del mismo sueño. Los oscuros insectos retroceden ahora, pero para reaparecer aun más amenazantes; su unión es lasciva y devoradora. Las pulsaciones aceleradas nos harán creer que al caballero del sueño no le gusta que lo toquen (o quizá es que la joven lo desea demasiado).
Despertar en un interior, gota a gota, como en los lugares de la generación* (Escena II: La villa nupcial).
A la sombra de estas bóvedas, un tiempo abarrotadas de parejas, el desvelamiento de su feminidad puede parecerle voraz, y el aire resuena en ella. Un sonido leve atraviesa la noche, agranda el silencio: un rascar en el paño casi de uña de vampiro –por momentos, suena como un chapoteo en el fango–, mientras se elevan unas voces oscuras: espíritus en forma de campanadas.
La noche de amor se ha perdido. Perdido es el miedo. Ahora el aburrimiento la consume, el bostezo de Lohengrin abre los puntos muertos de la noche; tanto los sonidos del interior –el goteo era quizá el de un fregadero– como los grillos de fuera se marchitan, convertidos en obstáculos, alternándose como en un parpadeo, como una espada suspendida en el sueño. ¿Por qué? En medio de su tormento, Elsa solloza. Enrojece, está confusa, abraza su almohada, a mitad de camino entre el niño y el animal. Y de improviso el recuerdo de las campanas tintinea, proyectado en la infancia –o en las orejas de un loco–. Entonces, un despertar (Escena III: Al borde del mar), pero en un sueño anterior: una niebla sonora, la luz movida por una ráfaga de viento que se mece sobre las olas. Llaman a Elsa –las voces que la acusan son voces enronquecidas por la locura, y la acusan sin cesar de no ser pura–; brusco despertar: el tic-tac reemplaza al espíritu, ¿tose el reloj? Silencio pesado. Murmullo de enfermeras, ¿o somos nosotros? Resurgen voces del sueño y de nuevo la niebla, vibraciones que se han ocultado como surcos de campanas; detrás de este indicio, el sonido suspendido parecerá germinar en el recuerdo de las campanadas.
Se oye a un ministro de las tinieblas anunciar la pena: "Vuestros ojos serán...", ahogándose en el retumbar de unos coros. Elsa pide un espejo. Improvisa una crisis animal, de llanto, de risa. Escena IV. En su respiración, ahora sofocada, no encuentra lugar para las palabras, que sólo aciertan a salir en soledad, vomitadas como si fueran burbujas. Así ruega Elsa para ser liberada de la angustia.
Ve llegar a su caballero, y un flujo musical por fin liberado conduce su canto, que se expresa mediante palabras de desesperación, como si la petición de boda se dirigiera feroz contra ella. Después de la algazara, tamizada por un zumbido en las orejas, la estúpida cantilena de las campanas (Epílogo).

* No entiendo el original: "Risveglio in un interno, stillante, com'è dei luoghi della generazione". Si algún ítaloparlante le encuentra sentido (creo que el problema básico está en el sentido del término 'generación', que no soy capaz de poner en relación con el resto del texto) le agradecería que me lo transmitiera.

1 comentario:

José del Rincón dijo...

Enhorabuena por esta magnífica bitácora, de cuya existencia me acaba de avisar nuestra común amiga María Santacecilia.

Un saludo.