sábado, 11 de julio de 2009

Una guitarra romántica para Albéniz

Xavier Díaz-Latorre con una guitarra romántica (© Toni Rebollo)
XAVIER DÍAZ-LATORRE

Noches en los Jardines del Real Alcázar. Xavier Díaz Latorre, guitarra romántica. Programa: Obras de Albéniz, Granados, Tárrega, Turina y Falla. Lugar: Jardines del Alcázar. Fecha: Miércoles 8 de julio. Aforo: Lleno.

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UNA GUITARRA ROMÁNTICA PARA ALBÉNIZ

Uno de los debutantes más esperados del ciclo del Alcázar era Xavier Díaz-Latorre (Barcelona, 1968), intérprete de todos esos instrumentos de cuerda pulsada históricos que figuran habitualmente en los programas de música antigua (vihuelas, laúdes, guitarras, tiorbas...), y de los verdaderamente grandes, como viene demostrando desde hace años en los conjuntos de Jordi Savall, en calidad de solista y en su propio grupo, Laberintos Ingeniosos, con el que tendría que haber participado en el último Festival de Música Antigua de Sevilla (una urgencia familiar lo impidió).

Formado como guitarrista clásico, hacía más de una década que Díaz-Latorre no se enfrentaba en público con la obra de los cuatro grandes nombres de la llamada escuela nacionalista española, y para su cita del Alcázar lo hizo con una guitarra de época, un precioso instrumento fabricado por Carlos González en 2008 de sonido equilibrado y bellísimo. La ocasión era pues muy especial, pues no recuerdo que esta música haya sonado nunca en Sevilla servida de esta forma.

Empezó Díaz-Latorre su recital con Albéniz, en recuerdo del centenario de su muerte, y lo hizo con Cádiz, curiosamente una pieza que sonó en el último concierto de abono de la ROSS en transcripción de Frühbeck de Burgos. Las obras transcritas (Albéniz, la Andaluza de Granados, el Falla de El sombrero de tres picos) convivieron en perfecta armonía con las originales para el instrumento (Capricho árabe de Tárrega, compositor fallecido también en 1909, Turina, el Homenaje a Debussy de Falla) y de todas ellas el guitarrista catalán obtuvo una perfecta fusión entre color, melodía, armonía, ritmo. La estilizadísima visión del folclore español de los compositores catalanes contrastó vivamente con los populares rasgueos turinianos y el discreto esencialismo de Falla. Sobrado de técnica, Díaz-Latorre sirvió versiones transparentes y hondas, fluidas y equilibradas, de tempi serenos, articuladas con rigor, matizadas con maestría y sutileza las líneas del acompañamiento, bien para potenciar el color, realzar la melodía principal o destacar el detalle de una de esas voces medias habitualmente perdidas. Una revelación.

[Publicado en Diario de Sevilla el viernes 10 de julio de 2009]

2 comentarios:

Darío Moreno (México) dijo...

¿La de la foto es una guitarra de qué tipo?

Aprovecho para dejarte un saludo Pablo.

Pablo J. Vayón dijo...

Pues eso era una guitarra barroca. Pero ya he cambiado la foto y he puesto la guitarra romántica que usó en el concierto. Ha sido un despiste por mi parte.