viernes, 14 de noviembre de 2008

La guerra de las galaxias

Yundi Li y Seiji Ozawa en DG
PROKOFIEV: PIANO CONCERTO Nº2 / RAVEL: PIANO CONCERTO IN G MAJOR
Yundi Li, piano
Berliner Philharmoniker
Director: Seiji Ozawa

1. Sergei Prokofiev (1891-1953): Concierto para piano nº2 en sol menor Op.16
2. Maurice Ravel (1875-1937): Concierto para piano en sol mayor
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DEUTSCHE GRAMMOPHON 477 6593 (Universal) [51'15'']
Grabación: Mayo de 2007


A Yundi Li le preguntan: "¿Puede llegarse hasta los jóvenes con una obra como el Concierto para piano nº2 de Prokofiev?", y responde: "¿Por qué no va a gustarles este concierto a los jóvenes? Su orquestación es increíble y evoca de cierta forma la banda sonora original de La guerra de las galaxias". Y lo cierto es que esta obra, escrita por un Prokofiev de 22 años, y con la que evoca el suicidio de su amigo Max Schmidthof, también pianista, tiene algo de ese sinfonismo tarodorromántico, virtuoso y excesivo, adoptado por los compositores del Hollywood clásico, obvio referente de John Williams. El Concierto es uno de los más exigentes técnicamente de todo el repertorio y parece que sirve para medir a la perfección a esa inmensa ola de pianistas orientales que amenazan al mundo con, según el tópico, asombrosa habilidad técnica y nula capacidad expresiva. Claro que la segunda parte de ese tópico queda desmentida por los dos mayores talentos que encabezan esta generación de veinteañeros pianistas asiáticos desde China (donde se dice que hay ¡20 millones de niños estudiado piano!), Lang Lang y este Yundi Li, al que pude oír en directo hace un par de años, cuando me causó una estupenda impresión, no sólo por una destreza atlética que está más allá de cualquier duda, sino por su musicalidad y su versatilidad con el estilo. Una buena prueba para comprobar esto último es sin duda este disco, pues el Concierto de Ravel está en las antípodas del de Prokofiev: todo es aquí ligereza, refinamiento, claridad, elegancia. Pues bien, no tengo más remedio que reconocer que Li ni cumple con mis expectativas ni responde a mis recuerdos al cien por cien, pues si es cierto que en el segundo movimiento el canto de su piano roza por momentos lo extático, falta mucho más juego con el color, más sensualidad y un fraseo más sutil y curvilíneo, especialmente en el Allegramente de inicio. Ozawa, impecable en Prokofiev, tampoco ayuda demasiado, con una dirección en exceso cortante y rectilínea, como si en vez de batuta manejara la espada de Darth Vader.



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