FIGUEIREDO CONSORT
XXVI Festival de Música Antigua - Femàs’09. Componentes: Stefano Barneschi, violín; Jan de Winne, flauta; Marcel Ponseele, oboe; Juan Manuel Quintana, viola da gamba; Evangelina Mascardi, archilaúd; Nicolau de Figueiredo, clave. Solista: Julia Kogan, soprano. Director: Nicolau de Figueiredo. Programa: Nueve arias alemanas y dos sonatas en trío de Haendel. Lugar: Salón de los Tapices del Real Alcázar. Fecha: Viernes 3 de abril. Aforo: Media entrada.
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INFRECUENTE HAENDEL
El brasileño Nicolau de Figueiredo empezó destacando como continuista con René Jacobs, aunque en los últimos años ha potenciado su trabajo de solista (incluidos un par de discos estupendos dedicados a Scarlatti y Soler) y como director (se le recuerda un trabajo con la Barroca de Sevilla que, al parecer, va a publicar la orqusta hispalense en su nuevo sello, como se informa justo al lado de esta reseña). Para su participación en el Femàs’09, Figueiredo se ha unido a un selectísimo grupo de solistas europeos para dar forma a un conjunto propio, con el que afrontó un interesante y original programa haendeliano, pues las Nueve arias alemanas son obras muy poco programadas en concierto, aunque de ellas hay algunas señeras grabaciones discográficas.
La soprano ucraniana Julia Kogan, cantante que ha frecuentado papeles mozartianos (muy singularmente, el de la Reina de la noche), afrontó el reto con apreciable éxito, que se apoyó en una voz cálida, redonda, un fraseo elegante y expresivo y una notable facilidad para los pasajes de agilidad, si bien en las ornamentaciones de los da capo se echó de menos algo más de riesgo y originalidad.
El uso de hasta tres voces melódicas superiores en el acompañamiento (no fijadas en la partitura), que sonaron en agrupaciones diferentes, dio una llamativa variedad al color de las arias, que se apoyaron además en la riqueza del bajo continuo, si bien hubo momentos en que la viola y el archilaúd basaron su participación más en el peso que en la sutileza, faltando claridad y distinción a las exposiciones. En las Sonatas en trío (una con violín y oboe y otra con violín y flauta como voces superiores) resultó destacable el sentido ágil de las articulaciones, con contrastes elegantes, siempre moderados y progresivos, aunque en algunos pasajes se echó en falta un punto más de cohesión y empaste.
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