sábado, 6 de marzo de 2010

Entrevista con Fahmi y Rami Alqhai

Fahmi Alqhai (© Luis Castilla)
ALQHAI & ALQHAI, EL DUENDE

Nacidos en Sevilla de padre sirio y madre palestina, los hermanos Fahmi y Rami Alqhai se han convertido en apenas unos años en auténticos referentes de la música antigua española, y ello no sólo por su intensa y extensa actividad como violagambistas, dentro y fuera de España, sino también por su iniciativa de liderar un sólido proyecto de edición discográfica de sus propios trabajos, un proyecto basado en la excelencia y que, en consecuencia, avanza con lentitud. Después de una trayectoria singular, que empieza en el heavy metal y pasa por un par de encuentros cruciales, los Alqhai, colaboradores desde hace años de algunos de los más importantes conjuntos y solistas del Barroco europeo, decidieron controlar directamente todo el proceso de edición de sus trabajos. Le Lacrime di Eros, el primer paso de esta aventura, fue una sorpresa para muchos críticos y aficionados, que quizá no esperaban esa sugestiva mezcla de rigor, frescura y fantasía. Acaban de publicar el segundo cedé de su sello, un inexcusable paseo por la música de Marais y Forqueray.

-Ya sé que os lo habrán preguntado muchas veces, pero vuestros nombres no suenan demasiado sevillanos y, sin embargo, cuando se os trata mínimamente uno se da cuenta de que sois más sevillanos que la calle Betis.

-Rami: Mi madre nació en Haifa en 1946, y en 1948 con el estallido de la primera guerra árabe-israelí y con sólo dos añitos tuvo que salir a pie del país. Así que se convirtió en refugiada palestina en Siria, donde conoció a mi padre. Muy jóvenes, con 19 y 17 años, se vinieron juntos a estudiar medicina a Granada y luego hicieron la especialidad en Sevilla, aquí se quedaron, y aquí nacimos nosotros [Fahmi en 1976 y Rami en 1980].

-Fahmi, sin embargo, tú viviste tus primeros años en Siria, ¿no?

-Fahmi: Sí, porque mis padres tenían la idea de volver en cuanto hubiera ocasión. Entonces, cuando yo nací, mi abuela empezó a tirar de mí, un poco también para forzar a mis padres a que regresaran, y aunque yo venía mucho por Sevilla, prácticamente hasta los 12 años viví en Siria.

-Y lo de la música cómo empezó.

-F: Mi madre siempre quiso que estudiáramos piano. Así que allí mismo en Siria empecé a recibir clases particulares de piano en un colegio de monjas. Lo mejor es que me ponía a tocar en el teclado todo tipo de música, incluida la música árabe, aunque lo de las clases no me gustaba nada. Y cuando volví a Sevilla fue peor, porque tuve que unirme a las clases que daba Rami con una profesora, que venía los domingos ¡a las 9 de la mañana! Aquello lo odiábamos los dos. Nos salvó una guitarra flamenca que había por casa.

-R: Sí, una guitarra con tres cuerdas... Y allí empezamos los dos a tocar, a sacar canciones...

-Y luego vino el heavy...

-F: A mí me gustaba sobre todo la guitarra y el heavy metal, sí. Así que con unos amigos montamos un grupo. Coma se llamaba, aunque después le cambiamos el nombre y le pusimos 666, en homenaje a un tema de Iron Maiden. Al poco de empezar nos salió un concierto en un parque de aquí de Sevilla, y dos días antes el bajista se fue, decía que no valíamos para nada, así que nos quedamos tirados, y entonces yo propuse a mi hermano, que tocaba la guitarra en casa.

-R: Yo tenía once años, pero allá que me fui, con un instrumento más grande que yo. Salió muy bien aunque en una canción tuvimos que bajarle el volumen al bajo, porque no me dio tiempo a aprendérmela. Me quedé en el grupo y de pronto empezaron a salirnos conciertos, por los barrios, los pueblos... Al final, hacíamos canciones muy elaboradas, utilizábamos incluso poemas de Miguel Hernández, y armonías progresivas, nada de canciones estróficas, nos lo currábamos bien...

-Y cómo se pasa de ahí a la viola da gamba.

-F: Pues fue de casualidad... Porque uno de los compañeros del grupo, que era además mi mejor amigo, de esos amigos de adolescencia con el que pasas todo el día, tocaba el violín y la flauta de pico, y se empeñó en que yo tenía que ir al conservatorio, aunque fuera sólo para conocer un poco los rudimentos teóricos de la música. Y recuerdo que me fui un día, cuando el Superior estaba todavía aquí en la calle Jesús del Gran Poder, y le pregunté al jefe de estudios que si podía estudiar guitarra eléctrica. Me miró muy serio y me dijo: "En el conservatorio no se estudia nada que se enchufe". [Risas] Me sugirió la guitarra clásica, pero es que yo no soportaba la guitarra clásica, la odiaba... Entonces empecé a preguntar por otras posibilidades: violín, nada, no había plazas; contrabajo, tampoco; violonchelo, nada; viola, nada... Total que me iba ya un poco frustrado y al salir vi un cartel en el que se decía que se admitían alumnos de viola da gamba. Yo no tenía ni idea de lo que era eso. Le pregunté a mi amigo y me dijo que no estaba muy seguro, pero que había un catalán muy famoso que la tocaba... Total, que me apunté... Y recuerdo que el primer día llegué a la clase, había allí un instrumento y como lo vi con trastes lo cogí y me puse a tocarlo como una guitarra. Entonces llegó Ventura [Rico] con un arco, y me dije, adiós, si esto también se toca con arco... [Risas]

Rami Alqhai (© Núria González)
-Estamos hablando de 1993. En menos de 20 años, Sevilla se ha convertido en uno de los centros más importantes de viola da gamba no sólo de España, sino de toda Europa, ¿cómo se explica eso?

-F: Sin duda alguna, por la personalidad de Ventura Rico. Sinceramente, creo que lo que él ha hecho aquí no lo ha hecho nadie en parte alguna, y dudo que con otros instrumentos pueda haber casos similares. Ventura no sólo es un estupendo profesor, sino que es una persona de una generosidad extraordinaria, que desde el principio te anima a tomar tu propio camino, a no quedarte sólo con lo qué el te dice, que te ofrece incentivos, te abre puertas, te da oportunidades. Yo no llevaba ni dos años con él y ya me mandó a tocar por ahí cosas de Forqueray, nada menos. Me decía que tenía que hacerme un currículo y salir a presentarlo, a buscarme la vida. Yo estaba entonces estudiando odontología y además seguía con el grupo de heavy. Así que un día, Ventura me cogió, se sentó conmigo y me habló con absoluta claridad, me dijo que tenía que decidir lo que quería hacer, si quería tocar la guitarra, me dedicaba a sacar dientes o seguía adelante con la viola, y que no buscara excusas, porque si quería la viola, iba a tener todo su apoyo y él estaba seguro de que yo tenía futuro, y que para demostrármelo me había conseguido una audición con Christophe Coin, tenía que ir a Madrid, que me estaría esperando. Me quedé planchado, la verdad. Pero esa confianza que me demostró a mí me sirvió muchísimo. Mirándolo desde ahora, creo que esa charla fue la decisiva, la que marcó mi destino en la música. Así que me fui para Madrid, yo que apenas había salido de Sevilla, un poco como el paleto de pueblo, mirando para arriba no se me fueran a caer los edificios. Coin me recibió impasible, me escuchó, no me dijo prácticamente nada, simplemente que muy bien, me dio la mano y ya está, pero al poco le mandó una carta manuscrita a Ventura diciendo que le había encantado, y luego otra carta a mis padres hablándole de mis posibilidades como músico, porque ellos no tenían muy claro que con esto uno pudiera ganarse la vida. Así que yo estaba contentísimo con la carta, y lo primero que me dicen mis padres es: "¡Ah, Christophe Coin! ¿Y ese quién es?". No lo veían nada claro, pero yo estaba ya decidido, el instrumento me fascinaba, así que estuve un año más con Ventura, dejé la odontología casi terminada y me fui a Basilea. Estudiaba con Paolo Pandolfo, pero también iba de vez en cuando a ver a Coin. Y lo cierto es que yo no estaba nada satisfecho con mis avances, porque veía a los alumnos de cello de Coin tocar con una precisión y una claridad absolutas, y luego iba a Basilea y las cosas me parecían sucias; así que empecé a chocar con Pandolfo, y llegó un momento en que me dije, yo me vuelvo para Sevilla, con mi gente, y ya veré luego lo que hago. Cuando llegué incluso empecé a mirar otra vez la guitarra, pero un día Ventura me contó que había conocido a un violagambista que era distinto a todos, que tenía un manejo del arco increíble y que lo iba a traer a Sevilla para un curso. Era Vittorio Ghielmi. Cuando yo lo escuché, me quedé pasmado, esa precisión con el arco, ese sonido poderosísimo... Pero si era precisamente eso lo que yo llevaba años buscando. Total, que me fui para Milán, y empecé a estudiar con Ghielmi en Lugano, y hasta ahora.

-Y Rami te siguió.

-R: Sí, mi trayectoria fue algo diferente, yo viví todo el tiempo en Sevilla, y empecé viola al año siguiente de Fahmi, en 1994, pero luego, en el 97 llegó el COU y mis padres dijeron que los estudios eran lo primero. Al año siguiente empecé a estudiar Medicina, estuve parado durante un año, aunque siempre que podía cogía la viola. En 2000 retomé muy en serio la música. Ya había empezado a participar en proyectos y giras importantes, como una que hice con La Correnta y Juan Carlos Rivera. Y no dejaba de hacer cursos; en uno, Vittorio Ghielmi me dejó claro que era un momento perfecto para estudiar con él, yo necesitaba un cambio y romper con la medicina, así que tuve que vender mi viola para poder ir a estudiar con el maestro. Fahmi me prestó una. Dejé la carrera con alguna asignatura de tercero y cuarto casi entero. Así fue como llegué a formarme con Vittorio en Lugano, pero vivía en Milán y hacía también los estudios en su Accademia Internazionalle della Musica.

- Fahmi, en Basilea tú habías entrado en contacto con Savall.

-F: Sí, yo era compañero de estudios de su hija Arianna, y me pidió que la acompañara en su examen final. Y recuerdo que llegó Jordi, y estábamos Arianna, un clavecinista y yo en un aula así pequeñita, y Savall nos dio allí mismo una clase, y para mí aquello fue lo máximo, era como si hubiera visto al Papa. Al parecer le gustó como toqué y algo más tarde empezó a llamarme para tocar con Hespèrion. Lo cierto es que yo vivía en Milán, pero pasaba la mayor parte del tiempo en España, porque todos los grupos que necesitaban una viola me llamaban, así que tenía ya una carrera profesional bastante consolidada.

-Entonces empezáis a tocar juntos habitualmente, formáis varios conjuntos y hay un momento en que decidís montar un sello discográfico. ¿Cómo surge la idea?

-F: Eso está vinculado al grupo que había formado con la soprano Mariví Blasco en el año 2002, Accademia del Piacere. Nosotros queríamos hacer un grupo estable pero de formación variable, de gente comprometida, que nos permitiera hacer programas muy diversos, pero todos con una personalidad definida. El núcleo inicial del conjunto éramos el clavecinista Javier Núñez, Mariví y yo, y lo primero que hicimos fue un programa de música alemana de la segunda mitad del XVIII. Luego se fue incorporando más gente, entre ellos mi hermano. Lo cierto es que preparamos con mucho cuidado el programa del primer disco, Le Lacrime di Eros, y nos pusimos a buscar un sello que pudiera acogernos, pero ninguno nos gustaba, porque nosotros queríamos controlar el producto hasta el final, el diseño, los textos, el tipo de grabación, todo. Así que hicimos un máster y nos fuimos por ahí a ofrecerlo, ya con algo concreto en las manos. Llegamos a tener incluso una oferta de la Warner, que pensábamos que iba a ser genial, pero no terminó de convencernos. Y fue entonces cuando decidimos lo de montarnos por nuestra cuenta. Detrás de ese primer disco hay cuatro años de trabajo de Accademia del Piacere, de pulir todo hasta el último detalle, porque no queríamos un producto cualquiera, sino algo absolutamente personalizado. Hoy día, la música se puede conseguir de mil formas y nosotros queríamos que nuestros discos tuvieran ese sello de distinción que lo hiciera atractivo para el aficionado. Lo más importante de todo este trabajo fue que después de tanto esfuerzo hubo críticas que reconocían el disco como una joya, incluso en alguna se comentaba que en un futuro podría tener el mismo significado que el Made in Japan de Deep Purple o La Leyenda del Tiempo de Camarón. A mí me basta con que sea un disco que la gente quiera escuchar de principio a fin.

Accademia del Piacere
-¿El modelo era Winter & Winter, sello para el que habéis grabado los dos?

-R: Sí, jaja, hasta en el nombre. Pero es que Alqhai & Alqhai no podía llamarse de otra forma.

-F: Lo cierto es que Winter nos parece uno de los más exquisitos editores fonográficos del momento, y sus trabajos son una inspiración para nosotros, pero nuestro estilo es diferente: creo que ni en diseño ni en concepto nos parecemos mucho. Sí, por supuesto, en la búsqueda de la excelencia y en el trabajo minucioso sobre todos los detalles.

-Y el segundo disco tenía que pasar obligatoriamente por Marais y Forqueray.

-R: Claro, hombre, porque es para lo que se preparan todos los gambistas del mundo. Estos dos compositores son la cima del instrumento. Son como Beethoven para un director de orquesta o Chopin para un pianista. Su música no sólo es extraordinaria para el oyente, sino que es un placer para el ejecutante, porque está escrita de forma increíble para el instrumento. Es muy idiomática. Tocándola te das cuenta de que tuvieron que ser dos violistas grandiosos, posiblemente los mejores, los más personales e imaginativos, que haya habido jamás.

-Y esa leyenda del carácter que los separaba se aprecia en la lectura de su música...

-F: Sin duda. La música de Marais es melódicamente deliciosa, de una finura, un refinamiento y una elegancia soberbios, y la de Forqueray también está escrita muy finamente, pero tiene una fiereza y una fuerza arrolladora. Forqueray asumía riesgos y eso lo hace muy excitante para los intérpretes. Hay momentos en que tocar su música es como andar por una pista de hielo. Pienso en La Jupiter o en La Guignon. Como te pases de listo al coger una curva te estrellas y ya no hay quien te salve.

-La Early Music empezó como un movimiento con unas reglas bastante estereotipadas, porque había que romper con muchos tics del pasado. Hoy las cosas han cambiado, y el acercamiento al hecho musical desde postulados historicistas se hace desde puntos de vista muy diversos. ¿Cuál es vuestro estilo, si es que algo así existe?

-R: Música es música. La ortodoxia y las reglas estereotipadas para mí no tienen ningún sentido. El estilo es lo que tú eres. Detrás hay mucho estudio, mucho acercamiento a las fuentes, un proceso a veces largo y duro de inmersión en todo el ambiente de una época, de una forma de hacer las cosas, de unas reglas, pero cuando sales a un escenario eso no tiene que notarse, es más, no tiene ni que interferir, tienes que tocar con el corazón. Si un músico no es capaz de emocionarse con lo que hace es imposible que emocione al público que tiene delante.

-F: Los que nos dedicamos a la música clásica o antigua vamos a priori de prestado. La música no es nuestra, no la hemos escrito nosotros, pero es una obligación (y una responsabilidad) hacerla nuestra. Salir 100% de prestado a un escenario es un fraude, para mí es la definición perfecta del bolo, y nosotros tenemos claro que no queremos eso. Y esa fue una de las causas que nos hizo alejarnos de los sellos discográficos tradicionales: no queremos que nos impongan nada, somos nosotros los que decidimos lo que tocar y cuándo tocarlo, y está claro que lo que sale de ahí está pasado por el filtro de lo que somos, como músicos y como personas. Entre Rami y yo hay diferencias a la hora de hacer las cosas, por supuesto, pero tratamos de ser siempre sinceros y trabajar con pasión. Si no, no vale la pena nada de esto.

-R: Es el pellizco. Hay que sentir el pellizco, como dicen los flamencos. Tocamos como tocamos porque somos como somos, porque vivimos aquí, rodeados de flamenco, del Gran Poder, de la Macarena, del sol, de la feria, del río, de la Alameda, sin olvidar nuestros orígenes, son muchas reuniones con cantos árabes, darbukas y palmas. Y a la hora de la interpretación eso tiene que salir, porque si no, estaríamos ofreciendo mercancía fraudulenta, caducada, muerta. La música que tocamos puede tener 300 años sobre el papel, pero la tocamos ahora, y para nosotros cada vez que la ofrecemos al público es tan moderna como el último hit de moda que suena en la radio. Este tratamiento es la clave para disfrutar con la música, para quererla y respetarla.

-Fahmi además es un gran aficionado al flamenco...

-F: Sí, Rami algo menos, pero yo sí, un auténtico apasionado, me encanta. Y de hecho me hace muchísima ilusión un proyecto que vamos a poner en marcha con un grandísimo cantaor, uno de los más influyentes de hoy. No puedo contar todavía mucho, pero lo meteremos con música del XVII y lo mezclaremos con la voz de Mariví. Tenemos que juntarnos un día en casa, tranquilamente, ponernos a tocar y a cantar y a ver si de ahí salen cosas que nos satisfagan a todos. Me hace muchísima ilusión.

-Tenéis ya un tercer disco grabado.

-R: Sí, grabamos gran parte de Hispalis Splendens, un programa que Accademia del Piacere hizo con repertorio del XVI vinculado a Sevilla, y es un disco que creo que va a dar mucho que hablar, porque incluye versiones muy poderosas y diferentes de ciertas piezas, pero estamos todavía dándole vueltas a la edición. Vamos a cambiarle el nombre y seguramente haremos un poquito de más hincapié en la música instrumental, porque es más lo nuestro. Una vez que lo giramos por festivales y conciertos, el diseño del programa original nos pareció que podía mejorarse, acercarlo más a lo que nosotros somos, y esto enlaza con esa idea de la autenticidad y de la sinceridad que comentaba antes, y en ello estamos.

-F: Y lo siguiente será un programa con música instrumental alemana del XVIII. Vamos a hacer conciertos de Graun, pero con paciencia, porque queremos una orquesta de voz por parte y tenemos que escoger muy bien a los acompañantes, no nos vale cualquier cosa, estamos pensando en un sonido muy específico y no nos vamos a precipitar. Los detalles son fundamentales para nosotros.

Bien que se nota en sus discos.

[Publicado en Diverdi nº 190 de marzo de 2010]

Les Violes du Ciel et de l'Enfer en Alqhai & Alqhai
LES VIOLES DU CIEL ET DE L'ENFER

Accademia del Piacere

Fahmi Alqhai, viola da gamba
Rami Alqhai, viola da gamba
Miguel Rincón, tiorba y guitarra barroca
Alberto Martínez Molina, clave


Marin Marais (1656-1728)
1. Marche Tartare [IV Libro, 1717]
2. Allemande la Superbe [IV Libro, 1717]
3. L'Arabesque [IV Libro, 1717]
4. La Reveuse [IV Libro, 1717]
5. Le Tourbillon [IV Libro, 1717]
6. Sarabande Grave [III Libro, 1711]
7. Marche Persane dit la Savigny [V Libro, 1725]

Antoine Forqueray (1672-1745)
8. La Rameau
9. La Guignon
10. La Léon, Sarabande
11. La Montigni
12. Jupiter

13. Marin Marais: Chaconne [I Libro, 1686]
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ALQHAI & ALQHAI 002 (Diverdi) [56'29'']
Grabación: Enero de 2009



Forqueray: Jupiter. [6'58''] Fahmi Alqhai. Accademia del Piacere

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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Magnífica entrevista y magnífico disco.

Anónimo dijo...

Encatador

Anónimo dijo...

...EncaNtador