JIMÉNEZ / MÁRQUEZ
Barroco sin fronteras. Jorge Jiménez, violín; Silvia Márquez, clave. Programa: Obras de Bach. Lugar: Iglesia de los Terceros. Fecha: Sábado 31 de octubre. Aforo: Tres cuartos de entrada.
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PRÉSTAMOS Y EXCELENCIA
Dos de los más firmes valores de la actual música antigua española, el violinista barcelonés Jorge Jiménez y la clavecinista zaragozana Silvia Márquez, bien conocidos del público sevillano, ya que él es miembro de la OBS y ella lleva años tocando habitualmente con músicos locales, brindaron un espléndido recital bachiano con dos de las hermosísimas Sonatas para violín y clave del compositor (BWV 1017 y 1016), que sirvieron de espectaculares escoltas para un curioso juego de préstamos: Márquez tocó en el clave la célebre Chacona de la Partita para violín solo nº2, en transcripción de Lars Ulrik Mortensen, y Jiménez en el violín la no menos famosa Tocata y Fuga BWV 565 que, según una reciente teoría musicológica, no sería sino el arreglo hecho por Bach para el órgano de la obra para violín solo de un anónimo compositor de su época.
La música de Bach tiene el poder de desnudar a los intérpretes. Su inagotable riqueza hace que el más extraordinario maestro parezca muchas veces un principiante, pues es difícil estar siempre a la altura de la música. Que estos dos jóvenes solistas españoles lo consiguieran en la mayor parte de su recital tiene por ello un mérito enorme. Él pertenece a la nómina de los líricos del violín: su sonido no es especialmente grande, pero sí de una sugerente finura y una notabilísima claridad. En la Tocata y Fuga, transcripción propia, mostró además una hondura y una serenidad que parecen impropios de sus 30 años. Ella mostró su virtuosismo y su raza en una Chacona intachable por técnica y soberbia por la intensidad de los acentos y la variedad de los matices. Juntos, y pese a algún pequeño desencuentro, ofrecieron unas Sonatas muy contrastadas entre los vigorosos tiempos rápidos, de rítmica firme, y los delicadísimos lentos, en los que hubo mayor flexibilidad y un juego exquisito con las ornamentaciones. Acaso el arrebatador Siciliano de apertura de BWV 1017 resultó un tanto blando, sin que por ello fuera más expresivo, pero el dúo lo compensó con un Adagio de BWV 1016 sencillamente magistral por su elegantísima línea, delicada, sinuosa casi hasta lo espectral.
[Publicado en Diario de Sevilla el domingo 1 de noviembre de 2009]
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