Con la venia, míster Vayón.
Que digo yo que en el Arenal estarán ya desatrancando las puertas y revendiendo los sacos terreros. Que quién lo diría, que viniera un degenerado a evitar una nueva Bastilla. Porque hacía años que no se veían por aquí los ánimos tan sublevados, y es que después del holandés calante, el suicida aburreborregos y el gaseoso donjuán muchos nos temíamos ya lo peor. Las hordas burguesas asaltando el palacio imperial, lo nunca visto en Sureña. ¿Y no piensa usted que el Emperador Don Pedro juega con las cartas marcadas? Eso de aparecer a última hora sobre brioso alazán para salvar el palacio de invierno... No sé yo, no sé yo... La culpa la tiene el pueblo, como siempre, que va por detrás del progreso. ¿No le resulta sospechoso que los mejores espectáculos de la temporada (aztecas, florentinos y meninas), hayan caído fuera del repertorio de toda la vida y hayan sido justo los únicos que no han llenado? ¿No le causa asombro que las divas que la aristocracia crítica desprecia sigan siendo adoradas por el vil populacho? Al final tendrá razón mi primo Ildefonso, el que emigró a Alemania hace ya medio siglo: “¿Belcanto? Uf, no me hables más, aquí la gente se duerme con los barberos y las normas y alucina con los lázaros...”. ¿Sabe usted qué? El año que viene, doble ración de Imperio.
Monsieur Pastia
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